Actores buscando su autor…

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entrar es fácil... salir es difícil

Aquí en el teatro de las sombras, no somos más que, actores buscando su autor…

soportando la felicidad
precipitándose en el remolino de luces
sin nada, sin nadie, sin donde

a veces los personajes se comen a sus autores… (así pasó con Strigo, devorado por su embrujo) me sorprende encontrarme de pronto en escena, es como si estuviera soñando… y en el sueño me despertaran para ver al autor... y entonces dejar que mi alter ego tenga un altercado con él

hay un hombre y también una mujer que apenas pueden verse por la distancia. Se acercan y me los figuro desarmados, pero no desalmados.

es tal vez por eso 
que permanecen
frente al mismo público
frente a la misma tragedia
perdiéndose el uno en el otro

ya no pueden comunicarse a través de sus máscaras, y yo me pongo a reflexionar sobre la caída de sus lágrimas, ajeno, enmudecido, particionado, ni siquiera hablo de mi participación...

hace unos momentos vi como más de una lágrima rodó y atravesó sus rostros. Él la miro mientras respiraba pausadamente, pero ella temía voltearse a verle, le temía a su vulnerabilidad por lo que supongo que las lágrimas de ella, sí eran para él…

pero… ¿quién es esa mujer que ahora, tras bambalinas, llora?
del libreto sale esta noche inmemorial

¿quién es el que llama a su puerta? / y ora...

en el escenario hay una sombra
que va de un lado a otro y se esparce
tejiendo una red infinita
las manos de ella se abren
como esperando algo del abismo
sin comprender el celo de los cielos

Ella sale al encuentro de su enamorado

ella nada más y el viento que gime y canta

la voz del deseo y el amor se entretejen

con trazos de encendida lumbre

algo se dibuja en el telón de fondo

donde algo trágico y sombrío clarea

por encima del fluir penetrante

de la pureza de sus lágrimas

de las cuales se desprende una gota

que rueda por el cuerpo hasta tocar el suelo

mas, extrañamente, por virtud de esa lágrima descubro la tragedia íntima de las gotas, porque justo cuando él iba a abandonarse al dolor que le desbarata por dentro, yo también vi una gota líquida, brillante, cristalina, bajando por la pálida redondez de su mejilla, y en ese instante miré que del otro lado del proemio llovía o quizás pasaba lo mismo, como si la lluvia también llorara su propia tragedia.

o como sin querer llorara la de ellos
como sí el autor destejiera la trama
y permitiera que las gotas 
con sus diminutos ojos
también estuvieran viendo
a través de un telón de cristal
pudiendo contemplar en cada gota
su propio apocalipsis…

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