María II

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entrar es fácil... salir es difícil


Y prendiste mi corazón
pero sé que debes tener un secreto
alguna fórmula mágica
porque como por encanto tú, (tú y no otra).

en aquella época parecías una tímida gacela…
aquella tarde de verano,
haciéndote realidad con tu sonrisa
llenándome de luz, de ilusiones crepitantes,
de un convoy de alegría universal

magnetizándome con tu brillante mirada
una bella tormenta de gracia, seduce mi alma
con el ritmo intenso del cosquilleo
que me produce estar girando en torno
a la posibilidad de amarte.

materializándote en los tintes del crepúsculo
en el extraño placer, de saberme contemplado
y que se desparrama en mis secretos laberintos
que se entrecruzan en el desolado jardín de mi cuerpo

saber que eres tú,
que está en su plenilunio la luna,
que soy un pecador irredento.
que desfallezco,
por esa ansia descomunal que me producen
las formas de tu cuerpo. ¡Oh, visión tan arrebatadora!

que me pierdo (contigo y nadie más)
en las nieblas primaverales
que son como los mismos cielos
y me siento ciego, a pesar de la incandescencia
que desprende tu corazón de mujer enamorada

y canto y danzo, y sueño por ti
dispuesto a la fidelidad más absoluta, que trascienda
los arrebatos peregrinos, el ánimo explorativo de la fantasía

perseverando en el culto a tu imagen de santa purificadora.
Porque jamás canto mortal
podrá competir con esa dulce melodía que traes del cielo
Y por lo que te llamo únicamente, María.

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