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lunes, 24 de enero de 2011

La viuda negra

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entrar es fácil... salir es difícil...


...un frío metálico vacío de certezas, pero sí, pletórico de notas estridentes se apoderó de mí cuando escuche su aguda voz al otro lado de la bocina... 

Al anochecer de mañana había planeado vestirme absolutamente de negro para salir, salvo una bufanda roja que me es imprescindible. Pero no, ha sido hoy. 

Hoy. Ella me ha llamado, me ha dicho que se ha pintado de rojo carmesí los labios y ha salido a deambular por las calles, finalmente paró en el Café Purshkin y desde ahí me ha llamado; su voz sonó arrogante al principio, después su tono era ansioso, desesperado.

- Me he pintado de rojo porque iba a encontrarme contigo y quería que me recordaras como la última vez, recuerdas que nos despedimos en un paraje oscuro en una hora azabache - ¿vienes?. 

Salí lentamente, no tenia prisa. De momento era hora pico y las calles estaban abarrotadas de transeúntes. La marcha ha sido tediosa, larga espera en los cruces, el ambiente tenso y perturbador, pero poco a poco a medida que me acerco voy recuperando el sosiego; las calles van quedando vacías, hasta quedar íngrimas…

Llovía cernido, con unos pocos escampes, luego ha quedado una brisa fría, pertinaz, que moja poco a poco y yo no llevaba paraguas. Sólo un gabán largo y unas gafas ahumadas de sol.

Finalmente, en este hoy la he visto. Tan soberbia y tan sombrí­a como siempre. Se marchó a los 33 años a Armenia y ahora ha vuelto. Altiva con aspecto de diva, aun joven y bien plantada. Vestida de negro, con un luto riguroso que da escalofríos.

Áspera y silenciosa, caminó a mi lado hasta el lugar donde ocupamos una mesa. No ha dicho nada durante la comida. Sus pupilas estaban demasiado dilatadas y parecía que tenía unas ganas tremendas de soltarse en  llanto. Pero después de un rato largo contemplándome parece haber encontrado cierto sosiego, ha pedido regaliz con tinta de calamar. Yo una copa de vodka negro. 

-“¿Para qué has vuelto?” - le espeté secamente. 
-siento que tenía siglos de no verte- dijo con cierto sigilo
y agregó - quería saber sí piensas de mí lo mismo, sí aún me deseas-
Luego, mientras le caí­an lágrimas negras, provocadas por el rimel espeso de sus largas pestañas, me ha contado que había estado perdida entre diamantes de sangre, que no había encontrado nada, ni tan siquiera a sí misma.

Lo de siempre: arrepentida de permitirse esos lujos. Viuda pura hasta la muerte como una araña glotona. Eso es lo que quería y lo que no quería querer.

-“¡Me siento como una viuda negra, me siento como una negra viuda!.
- ¡Estoy sucia, y soy sucia! ¡Infiel! ¡Incierta! ¡Viuda negra es lo que soy!”-.

La he consolado, no quiero que se sienta como un ícono mutilado de la belleza, junto a un vago trazado de recuerdos. No se cuanto tiempo la tuve en mi regazo, pero luego de tomarme un segundo vodka que esta vez mezcle con sangría me he ido sin despedirme. así de extraño soy a veces.

Me fui dejándola en la silla de la mesa del rincón del fondo, envuelta en su mantilla negra, en su oscura funda que no es más que un mundo ficticio de espejos y laberintos.

Un mundo que ya no tiene memoria ni se acuerda de la hija que tuvo (que lleva sus mismos oscuros genes). poco a poco su imagen se me  va desvaneciendo entre turbaciones y malabares...  Semejante al prestidigitador que con sus ilusiones nos trata de alucinar, así nos hallamos ante el enigma oculto de las cotidianidades que explotan y estropean nuestro caminar. Esa es su esfera sin hervor de vida. Un mundo lleno de irracionalidad y locura. Un pozo ciego que sólo ve lo que puede ver, lo que quiere ver.

Hoy me he vestido de negro y he salido a la calle. Ni tan siquiera sabía muy bien hacia dónde iba, tan sólo sabía que mi guía era la compasión, mis ganas infinitas de compartir mi pasión. Tan sólo sabía que llovía mucho, o poco, y no llevaba paraguas para protegerme. 

Al final todo bien pero mal. Un sabor de boca rojinegro, como siempre que la veía. Como siempre…
...

1 comentario:

tia elsa dijo...

Son esas personas que siempre te dejan un sabor amargo. Me encantó tu forma de contarlo. Besos tía Elsa.

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