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viernes, 15 de mayo de 2009

Nunca se sabe cuál es la peor de las pesadillas

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entrar es fácil... salir es difícil...


De nuevo con un sobresalto tal como le sucedida noche tras noche, desde hacía ya un año, Claudio se despertó súbitamente presa de angustiosos y recurrentes recuerdos, la verdad ya se había acostumbrado a ello, pese a que cada día le pesaban más y más. No obstante, esta vez, todo parecía diferente. No sintió ese sudor frío que le empapaba el cuerpo cuando despertaba y se incorporaba de medio cuerpo en su cama como si un aguijón se clavara en su pecho y un resorte impulsara su cintura.

Esta vez sintió el aguijón que le despertó y un fuerte ruido metálico que le hizo abrir los ojos, pero el resorte no saltó y no había sudor frío. Solamente hacía frío y su cama le pareció dura y helada. Además no vio la luz de la lámpara que solía dejar toda la noche encendida en una mesilla en la esquina derecha de su habitación, esta vez la luz provenía de arriba y era prácticamente cegadora.

Claudio estaba intentando con todas sus fuerzas incorporarse en esa dura y fría cama en la que se había despertado pero no conseguía mover ni un músculo. Tenía los ojos abiertos, pero no veía más que aquella luz cegadora del potente foco, que tenía encima de él y tampoco fue capaz de cerrarlos.

De repente, oyó por encima de él una voz grave que decía: Soy el doctor Joel Nicodemo Arístides. Forense titular del instituto de medicina legal. Autopsia de Claudio Ortegaray. 29 años. 176 cm de altura. 70 kg de peso. causa presuntiva de la muerte; paro cardio-respiratorio a causa de una sobredosis voluntaria, aún por determinar, de heroína endovenosa y fenobarbital sódico vía oral, a descartar la posibilidad de alguna otra sustancia concomitante.

Obviamente Claudio además de paralizado estaba horrorizado por lo que estaba oyendo. No entendía ni juco de lo que decía el doctor. La voz grave continuó: Me dispongo a hacer una incisión en forma de i griega desde el torso hasta el abdomen. Con el rostro descompuesto Claudio logró ver la cara del doctor Arístides tras una visera protectora de plexiglass, asomar por debajo de la cegadora lámpara, quien de forma escrutadora lo miraba fijamente.

Joel Nicodemo Arístides era de origen judío español, alto, cuerpo medio de mediana edad. En la mano derecha blandía un escalpelo que con precisión acercaba al pecho descubierto de Claudio para hacer una incisión desde casi el hombro izquierdo hasta el centro del pecho y otra similar en el otro lado y después un corte más desde donde se juntaban los dos anteriores hasta cerca del pubis. Claudio sintió como una fuerte quemazón al paso de la cuchilla del instrumento cortante, seguido de un agudo e indescriptible dolor cuando el doctor Arístides metió las manos por las incisiones del pecho y tiro con fuerza hasta separar la capa de piel y tejido subcutáneo del esternón y las costillas.

Claudio seguía forcejeando en su mente para poder moverse sin conseguirlo y sin poder articular palabra para que aquel carnicero dejara de torturarle de manera tan inmisericorde. La voz seca y gutural del forense continuó dictando a la grabadora que recogía los pasos seguidos en las autopsias a medida que actuaba, para luego redactar correctamente el correspondiente informe.

-Me dispongo a separar la parrilla costal… -

Bajo la lámpara volvió a aparecer la cara del doctor y esta vez en las manos llevaba una mini sierra eléctrica. El doctor con rostro inmutable, no más se bajó la visera, encendió la sierra y se dispuso a cortar los cartílagos costales a 1cm. de las uniones costo-esternales hasta la segunda costilla sin perforar la pleura parietal para no dañar las vísceras subyacentes, corazón y pulmones.

Después de manera meticulosa separó el diafragma desde el esternón hacia las costillas. Esta vez el dolor no fue tan fuerte, pero el olor a hueso quemado y ver su sangre salpicando la visera que cubría la cara del doctor Arístides lo acentuaba bastante.

En ese momento Claudio se preguntaba -¿qué hacia allí y qué era todo aquello? -¿es qué acaso estaba muerto?- Y si no lo estaba -¿cómo era posible que aquel galeno no se diera cuenta?- De pronto sintió en su abdomen el peor retortijón que nadie podría sentir en toda su vida. Era el fatídico doctor Arístides abriéndole la cavidad abdominal con sendos separadores metálicos y extrayendo su estomago, el cual pasó a su ayudante para que lo diseccionara y extrajera su contenido. Al pasar el estomago de unas manos a otras por encima de la cara de Claudio, cayó una gota de sangre que fue a parar a los labios entre abiertos del cuerpo yacente y que posteriormente se deslizó hacia el interior de su boca.

Fue entonces cuando Claudio se dio cuenta de un detalle más que le hizo darse cuenta de que aquella pesadilla difería en mucho de sus pesadillas habituales. Nunca hasta entonces en ese año de pesadillas había tenido sensaciones tan nítidas de sabores y de olores.


Ahora había comenzado a sudar, experimentaba miedo, el mismo miedo que pasó en Irak y también dolor, aunque ahora descubría que no era nada comparado con el que estaba sufriendo ese día. Pero no recordaba ningún sabor u olor en las pesadillas. La gota de sangre llegó hasta su lengua y sintió su sabor salado. Entonces llegó a su nariz el olor férrico de la sangre y tal y como hacía dos años en aquel túnel en las afueras de Bagdad le sobrevino un vértigo seguido de nauseas, pero esta vez no vomitó puesto que su estomago estaba a su derecha en una bandeja de acero inoxidable, siendo abierto por el ayudante del forense que vaciaba en un tarro de muestras su contenido, donde podían observarse los restos de las más de 30 pastillas de seconal que Claudio se había tomado la noche anterior.

Aún tenía la sensación de nauseas cuando sintió un intenso ardor, una fuerte quemazón sobre su piel, esta vez en la cabeza donde el doctor Arístides había cortado con el escalpelo desde un pabellón auricular hasta el otro, desguapando por completo el cuero cabelludo. Y la quemazón de segundos anteriores se convirtió en un inaguantable dolor cuando el forense separó los planos del cuero cabelludo hacia atrás y hacia delante para poner al descubierto el cráneo desnudo.

Una vez más se oyó el chirriar de la sierra y con mayor intensidad Claudio percibió el olor a hueso quemado dejado por la fricción de la sierra circular, cuando sin ningún miramiento ni señal de compasión el patólogo forense le recortó el cráneo hasta dejar al descubierto las meninges que transparentaban las circunvoluciones cerebrales de su encéfalo. Luego sintió una fuerte descarga eléctrica que le recorrió toda la columna vertebral cuando el forense tras abrir las membranas que recubren el cerebro, hundió sus manos por ambos lados del cráneo hasta la base de la masa encefálica para extraer todo el contenido, cortando el bulbo raquídeo por encima del agujero occipital.

Aquella descarga eléctrica hizo que los músculos de Claudio volvieran a la vida y sintió como ahora ya podría moverse y seguramente gritar pero en ese preciso momento sin ningún miramiento el doctor muerte (Arístides) tiró hacia sí del cerebro de Claudio provocándole una terrible convulsión, pero a la vez, librándolo de una vez por todas y para siempre de la que sin duda había sido y seria por siempre la peor de sus pesadillas.

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4 comentarios:

Writing in the darkness dijo...

pero sin duda te liberaste y lograste safarte... veo q el pasado aun te persigue pero sin tanta intensidad... ps ami tambien... pero mis pesadillas no son durmiendo... debo enfrentarme a diario con ellas... pero bueno... al parecer dia de reflexion... noche de pesadillas?? la mia tuvo sueños, pesadillas, llantos, dolor, y trasnoche... ja! algo intensa... pero la peor vino al comenzar el dia...

besitus te extraño y cuidate montones... bye!!

Patricia Gold dijo...

No se qué escribirte..este post no solo es excelente texto narrativo (para mi al menos), sino que algo me dijo que ese viaje,entrar fácil , salir difícil, y palabras que leí en otro momento, en otro lugar..me hablaba de vos y mucho.
La primer persona que te comentó creo que te conoce más..o no y todo ésto es imaginación.
Si lo es es espectacular.
Si no, estoy segura que no sos ese Claudio. Que tenés más fuerza que él.
Me sorprendió el blog , no recuerdo si era el mismo que leía.

Y me agradan sus amigas, no solo son bonitas, sino que leí tu slide y veo que si te quieren..dejá que lo hagan.
La salida, no importa de dónde, no importa de qué, siempre es más fácil con personas que te quieren.

Y creo que te quieren muchos..:)

un beso enorme
Patry

MAR dijo...

TE QUIERO MUCHO, GRACIAS POR INVITARME A TU BLOG.
ESTA MUY BUENO!!!
TE FELICITO.
UN ABRAZO GRANDE.
MAR

Catalina Zentner Levin dijo...

Un relato que mantiene un suspenso inquietante.

Abrazos,

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